martes, 4 de junio de 2019

📖 PRÓLOGO ÁNGEL VELA


 
Contándolo él mismo
en la presentación oficial
(2:50 - 10:00)


 
Aquella mañana de domingo Emilio Jiménez Díaz y yo dimos un ilusionante paseo por el barrio, y todo esto a pesar de la lluvia. Habíamos quedado con el flamante delegado municipal, Alberto Jiménez Becerril, entusiasmado con la idea de la colocación de una serie de placas en cerámica que homenajeara o señalara determinados nombres de personajes del barrio en todos los campos, o hechos y lugares históricos. El paseo tenía el objetivo de concretar las fachadas donde lucirían. Era la primavera de 1991 y Triana se hallaba en el más absoluto abandono a pocos meses de la inauguracion de un gran acontecimiento, el Quinto Aniversario del Descubrimiento de América -que luego quedó en otra historia-. El río de dinero corría por la Cartuja, inventada como isla, para aislarla de la infuencia de la ciudad y del barrio al que históricamente pertenecía.


Una cantidad ingente de visitantes invadiría Sevilla y su barrio más universal estaba olvidado en los planes millonarios de la Expo, tal fue así que la Capillita del Carmen, en pleno Altozano, permaneció aquel año y algunos más con un toldo de obras por encima. Le había preparado a Alberto una serie de 30 placas, a más de varias ideas sobre monumentos, todo extraído de un libro que publiqué en 1990, “Triana en tres tiempos”.
 


Recuerdo que entonces existían las antiguas placas de la calle Sebastián Elcano, la que coronaba el Arquillo de la O, completamente ilegible, y la cervantina de la calle Troya. En tiempos de Paco Arcas se había conseguido la reposición de la que desapareció con la casa natal de Antonio María Fabié y Escudero en la calle San Jacinto. Apenas quedaban unos meses, pero algo había que hacer a pesar de que aquello era un sueño estrictamente trianero huérfano del apoyo del “padre” Ayuntamiento, cuyo alcalde pertenecía a partido distinto al de Alberto. Ilusionados, se pusieron a colocar pronto las dos pensadas para la plaza del Altozano, las dedicadas a Martinez de León y al historiador Francisco de Ariño, al par que conseguimos que se alzara frente a la Cartuja el monumento a los Descubridores.




Tras la inauguración de la Expo continuamos con la idea y conseguimos la exposición de algunas placas más, pero su partido dio a Alberto otros cometidos y apenas pudo cumplir dos años al frente de la Tenencia. Así que tuvimos que esperar que los siguientes delegados(as) que nos tocara en suerte, casi siempre ajenos al barrio, estuvieran por la labor, huelga decir el esfuerzo que costó ir avanzando en aquel proyecto. Celebramos la de Antoñita Colomé, la de Armando Gutiérrez, Fernando el de Triana; la de los toreros, Maera, Chicuelo, Gitanillo, Cagancho y Montes; la de Ariza El Viejo, la de las Almonas del jabón; la de Oliver, El Pali y Gracia de Triana; la de Rubio Tavira, Manolo Bejarano, Pinzón y, más modernamente -y principalmente-, por iniciativas particulares de la Asociación Cultural Artística Trianera y la Tertulia El Ancla se pudieron hacer realidad las del Ángel Rojo, Manuel Carriedo, Bartolomé de las Casas, Ana Ruiz, Aurelio Murillo, Manolo Marín y Ricardo Miño. También la de los Hache Hache, Juan Borrero y algunas más por iniciativas distintas.
 


Hoy puede presumir Triana de una colección de placas, la mayoría en cerámica (también de monumentos pensados entonces) para que parte de su relevancia se pueda ver con los ojos, aunque de aquellas 30 iniciales quedaran varias por colocar.

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